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Miguel Rodríguez Sepúlveda: Una Historia De Monedas Y Machetes. Plinio Avila


Los festejos del Bicentenario organizados por el Gobierno Mexicano durante el 2010 suponían una ocasión para que el país se mirara al espejo y reflexionara sobre lo que es y lo que quiere ser. Un esfuerzo oficial de renovación del orgullo y la unión nacional.


Por una parte, fuimos testigos de una celebración cargada de cientos de proyectos, obras públicas y actos con un costo total superior a los 300 millones de dólares. Por otro lado, vivimos la cotidianidad de la crisis económica y la cruda guerra contra el narcotráfico. Una repetida dicotomía de discurso contra la realidad a la pareciera que nos adaptamos cada vez más fácilmente. Pero ninguna cantidad de fuegos artificiales de nostalgia revolucionaria pueden hacernos olvidar la sensación de que México se hunde en una crisis económica y social. Tanto trabajo y gasto absurdo. Y no sólo de este evento, sino, al parecer, de dos siglos de esfuerzos oficiales y luchas sociales que han llevado a México a un mínimo avance en el acortamiento de la brecha económico-social.


A pocos meses de la celebración nacional, el Museo Universitario de Arte Contemporáneo MUAC presentó la exposición ‘Espectrografías de la memoria’, donde Miguel Rodríguez Sepúlveda presentó el Proyecto ‘Serie Plata Libertad’. Se trata de 200 espejos realizados a partir la extenuante actividad de tallar monedas conmemorativas sobre papel. Una moneda y un espejo por cada año. La superficie nunca es suficientemente brillante como para reflejarse de forma clara, pero la constante repetición de esta acción es índice de la necesidad de generar los espejos y de su imposibilidad. El espectador se encuentra frente a esta infructuosa labor y a pedazos de símbolos patrios desgastados. Una reflexión acerca de nuestro proyecto de país y nuestro festejo del Bicentenario.


Este es un sentimiento que Miguel Rodríguez Sepúlveda aborda e interpreta mediante su obra: el espacio incómodo entre la potencialidad y la imposibilidad.


El artista, desde su realidad y sus posibilidades, utiliza las herramientas a las que tiene acceso para comprender su entorno. En sus diferentes obras, es posible encontrar que su generación de códigos tiene denominadores comunes. A partir de fenómenos sociales que observa y encuentra confusos, comienza desarrollando conexiones no verbales sino estéticas para generación de nuevos significados. Selecciona cuidadosamente los objetos contingentes que en sí mismos representan varias posibilidades semánticas. Más tarde aplica a ellos una acción que definirá las posibles lecturas, generalmente paralelas y literales, para así abrir nuevas posibilidades de interpretación para el espectador desde su contexto. Rodríguez Sepúlveda no.


La moneda es una pieza de metal que se emplea como medida de cambio por su valor legal o intrínseco y como unidad de cuenta. Pero tiene además un significado nacionalista y, en el caso de las monedas conmemorativas del Bicentenario, tiene una intención festiva y pretende representar un orgullo nacional. Nosotros como usuarios, somos sólo receptores del mensaje. ‘Plata Libertad’ plantea un sistema de metáforas donde los espejos hacen referencia a la identidad nacional y al intercambio de los espejos por metales preciosos en época de la conquista. El uso de la moneda con el escudo nacional habla de la construcción de una identidad a partir del mito del águila y la serpiente, además su desgaste físico y simbólico. El metal no desaparece, sólo se convierte en dibujo. La imagen es lo imposible de la representación de una identidad.


Un machete se utiliza para segar la hierba, cortar la caña de azúcar, podar plantas, abrirse paso en la selva. Pero además el machete es también es un arma blanca y, en la historia de México, las guerras se han peleado con machete. Representa el poder del pueblo ante la opresión de sus gobernantes. Debido a que la actividad física sobre el objeto es también un componente conceptual en su obra, Rodríguez Sepúlveda decide afilarlo indefinidamente hasta su desintegración total. El resultado es inicialmente el póster ‘Una historia de machetes’. La imagen del ‘antes’ y el ‘después’ con un texto que explica el valor significativo de la acción de afilar. Su estrategia es presentar esta imagen de manera semejante a ‘Pencil story’ de John Baldessari, una idea que engloba no sólo el potencial narrativo de la relación del artista con el objeto sino también la  cuestión de lo que puede ser el arte.


La inmediata referencia que hace al artista a la icónica obra de Baldessari nos revela la forma en la que deberá ser leída ‘Una historia de machetes’. Mientras Baldessari le saca punta a su lápiz como un ritual previo a al momento implacable de la creación, también nos revela dos cosas: el arte no sólo se encuentra en el resultado final, sino también en el proceso de preparación; y, principalmente, que tanto el lápiz como el machete terminarán inservibles si no se utilizan en el momento correcto.


Se desprende de aquí el ‘Concierto para tres machetes’. Un performance realizado en Ex Teresa Arte Actual durante noviembre pasado, en el que se afilan tres machetes al ritmo del grito de guerra. La partitura para cada machete es: ‘¡Viva México cabrones!’ en clave Morse. Una marcha de guerra y celebración. Podría ser incluso una especie de himno popular para nuestras tres guerras: la de Independencia, la Revolución y la guerra contra el narco. Las chispas del esmeril saltan como fuegos artificiales, son captadas en video y proyectadas en tiempo real. Esta video proyección evoca el despliegue mediático de un ritual que en lugar de realizarse previamente a la guerra, pareciera que se realiza en lugar de la guerra.


La desintegración del machete representa también el desgaste de la sociedad mexicana, cansada de afilarse constantemente. Una sociedad en constante preparación para la guerra, en una interminable expectativa por un futuro mejor. El artista afila el machete para lidiar con su realidad como mexicano y se prepara constantemente para una guerra que tal vez nunca peleará. Baldessari es optimista. Rodríguez Sepúlveda presenta la situación como posibilidad y ridiculiza el ‘sí se puede’. Él sabe que nunca utilizará su machete y terminará por desintegrarlo en su totalidad.


La materialización del nacionalismo en la vida cotidiana y en la política actual está enraizada en muchas prácticas y rituales del espacio privado y las instituciones oficiales. Minna Henriksson y Sezgin Boynik, en su libro ‘Arte contemporáneo y nacionalismo’, han llegado a la conclusión que ‘…el nacionalismo, especialmente conectado a un campo cultural como las artes visuales, tiene un carácter muy contradictorio. Para poder lidiar con el tema del tema del nacionalismo, deben evitarse las simplificaciones y reducciones, y sus aproximaciones teóricas y prácticas deben ser abstraídas en una relación más compleja.’


La intención de Rodríguez Sepúlveda es postular cuestionamientos sobre el nacionalismo contemporáneo, para reconocer el carácter problemático del discurso nacional que prevalece en la actualidad y crear así un contrapeso en la esfera pública. Su propósito es, desde mi punto de vista, llamar la atención a un problema que en escasas ocasiones que se discute y, cuando se hace, generalmente es desde una postura tendenciosa y simplista.


Con las obras ‘Serie Plata Libertad’ y ‘Una historia de machetes’, el artista interpreta y codifica el complejo proceso cultural y político a través del cual una ideología nacionalista oficial se ha transformado a través de la historia en la identidad nacional. Esto, tomando en cuenta el contexto y su percepción social. ¿En qué situaciones económicas y políticas puede el arte contemporáneo servir como mecanismo de materialización de ideas nacionalistas o en qué casos puede ofrecer una posibilidad de emancipación y replanteamiento de ideologías?

Si no sientes vergüenza por tu país, no puedes ser nacionalista.

Benedict Anderson

 

Plinio Avila, Artista y curador

Publicado en revista Arte al Día México edición 5.4, enero-febrero de 2012



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