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HURGAR EL CUERPO, Miguel Rodríguez Sepúlveda; texto de Sol Henaro

La obra de Miguel Rodríguez Sepúlveda (Tampico, Tamaulipas 1971) tiene que ver directamente con el arte acción, con el evento performático. Si bien las suyas no son acciones ante un público en tiempo real, sí son micro acciones construidas para ser registradas a través de la cámara ya sea de video o fotográfica. Varios de sus videos pueden insinuar conceptos como masoquismo y voyerismo; en ellos el espectador podrá presenciar situaciones aparentemente inofensivas pero plagadas de una latente violencia subrepticia, imágenes inocuas que dan pie a un comentario, a decir algo al respecto. En esa línea se ubican obras como cachetadas, aroma, rojo, asfixia y párpados en los que el autor se infringe torturas físicas mínimas concebidas para ser registradas y controladas por la cámara de video, señalando la vulnerabilidad del cuerpo, su pronta respuesta, su inmediato reclamo. El recurso del loop[1] sirve a Miguel para no precisar inicio y fin, para mostrar una incomodidad continua como sucede en los videos rojo o párpados donde la operación mínima en contra de su cuerpo parece no terminar jamás. Otros de sus videos se relacionan con el acto de observación cotidiano, ver en la rutina situaciones particulares que sirven de pretexto para un registro como en aviones, donde Miguel rastrea el tráfico aéreo desde un punto específico o en wc, en el que encuentra o construye una similitud entre el acto de respirar y el “jalarle al baño”, una ficción ya que es sólo a través de la manipulación del video como se consigue la emulación de los actos. Miguel no abusa en ningún momento de los recursos de postproducción videográfica, los suyos son videos donde la mano al editar es mesurada y sumamente discreta dado que aquello que ha decidido contar, no lo requiere. Por ejemplo en lunares, aparece un encuadre cerrado, el close up de una espalda en el que el autor ha insertado, con sutiles disolvencias, una constelación de lunares, juegos de manipulación para crear paisajes corporales sin recurrir a la permanencia del tatuaje, el video como cómplice para construir y deconstruir posibilidades. La mayoría de su obra funciona en sincronía tautológica entre el título e imagen, títulos llanos que señalan el objeto de lo capturado por la lente.


El interés constante por explorar su cuerpo, por someterlo a experimentos de distintas formas aparece en otras obras como en CURP, cuando tatuó en su antebrazo su clave única para el registro o en mariposas en la panza que es justo el video de la endoscopia practicada al autor.


Sol Henaro


[1] Imagen de video repetida ad infinitum.

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