I.- El rey
Miguel Rodríguez Sepúlveda sabe bien lo que es aletear entre zumbidos, desde Veracruz hasta Tamaulipas y finalmente Monterrey. Es el artista que un día se reconoció en las fotografías infantiles como un rey de la mierda. Lo sabe y tratando de recuperar esos disfraces bien merecidos que un niño educado entre emociones malsanas se merece, retoma esas fotografías: Un Miguel con alas de mosca detrás como un ángel de la podredumbre. Un adulto que se reconoce como un profesional del zumbido bzzz bzzz.
Insisto en dejar de lado las burlas, la idea de que Miguel Rodríguez tiene su serie de autorretratos dentro de una cabina de fotografias instantáneas (expuestas en la Fototeca Nuevo León), para proponerme la autopsia de un niño disfrazado de astronauta. Un hijo no reconocido de Flash Gordon que muestra su sonrisa debajo del casco. Y le pregunté al tal Miguel “porqué un astronauta”… ¿qué tiene de interesante la idea de un astronauta urbano para que ahora se le retome en videoclips y arte fotográfico?
Y Miguel responde que ese casco fue un regalo que le dieron y él andaba como mugre loco emocionado porque se creía astronauta y sus familiares le tomaron fotos. “Ah, qué chamaquillo tan lindo”, han de haber pensado los que le dijeron “párate allí y sonríe”. En algún momento él se divirtió robando esas imágenes de la casa familiar, para alterarlas. Para afirmarse que “eso es una mierda” y exhibir, exhibir, hasta tener la oportunidad de desgastar la crítica a una niñez emocional, convencida muy en su tiempo.
II.- El sello
En más de un departamento de los Condominios Constitución hay marcas de un sello con la imagen infantil de Miguel Rodríguez. Entras a su departamento y hay formas de mujer, de traseros femeninos, de entre piernas que vistas más de cerca son el gesto ese entre sonrisa tímida y nerviosismo infantil. Es un niño que no presiente, que se atiene sin embargo al exhibicionismo en que lo sitúa su demonio, del artista que se burla y alienta a todos a seguir burlándose del infante que fue y sigue siendo rey. Rey de la mierda.
Ahora ese rey permanece en su sello, sobre superficies blancas con alas de colores, expuesto es una sala de la Casa de la Cultura de Nuevo León. Ha sido elegido para la Bienal 2002 y con esto quedo en la idea que los niños sobreviven más allá de la carcajada. Más allá de la experimentación. Más insectos que ángeles. Alas que brillan, que le hacen notable pero no símbolo de una divinidad. Hay que aprovecharse de esa ingenuidad a la que hemos sobrevivido.
Luis Alberto Valdez
Poeta
Publicado en la sección de cultura del periódico
El Porvenir de Monterrey, NL
en algún domingo de noviembre del 2002
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