But ask me why and I’ll spit in your eye / ask me why and I’ll spit in your eye The Smiths, Still ill
Declaración
Preludio (2013) es una videoinstalación monocanal en la cual se documenta un encuentro bastante inusual: un grupo de personas se ha reunido para escupirse en el rostro, o al menos eso intentan. En pares, uno frente al otro; una frente al otro; una frente a la otra, se puede apreciar como el primer intento de cada participante es el mejor, mientras los disparos subsecuentes terminan sobre la ropa, el cabello e incluso las orejas.
¿Se trata de un ritual? Esto puede inferirse rápidamente al observar en cada una de las caras un rictus, un gesto impreciso que podría responder a la concentración pero también a la contención del asco. Para realizarPreludio el artista convocó a un concurso que parecía desenfadado y atractivo, pues contaba con una recompensa monetaria para quien logrará contener toda respuesta emocional en su rostro después de someterse a varias rondas eliminatorias. Hubo quien se preparó a conciencia, no bebió alcohol durante 24 horas previas al certamen; o quien llegó desvelado. Alguno pensó que se trataba de un juego distinto, “¿quién escupe más lejos?”, como si se tratara de un juego de raya.
Lo cierto es que todos los contendientes aceptaron el reto e hicieron su mejor participación. Para quienes atestiguamos el concurso, porque fue un acto público en el cual la arena estuvo dispuesta tras un gran vitral, hubo toda clase de emociones: admiración, lealtades a ciertos participantes, comparaciones cuantitativas, reconocimiento de las descargas abundantes y nausea. Si bien nosotros no compartimos fluidos, nuestro cuerpo respondió al intercambio. A pesar de ello resistimos para averiguar quién resultaba vencedor. Ni él mismo daba crédito de su hazaña. Una mezcla de orgullo, consternación y cinismo lo acompañaron la tarde que pasamos festejando su victoria.
Post scriptum
Preludio puede ser entendido como un dispositivo de interacción corporal. Es difícil mantenerse impávido ante la acción de escupirse mutuamente. De manera voluntaria los participantes han expuesto su cuerpo para recibir líquidos de alguien más y esta exposición engancha nuestra sensorialidad provocando una reacción. Podría generalizar que la respuesta de los potenciales espectadores de la pieza será desaprobatoria. Pero, ¿se trata de un movimiento fisiológico o de un condicionamiento cultural expresado con el cuerpo? Toda cultura designa cuáles fluidos corporales se intercambian y bajo qué circunstancias. Algunos de ellos están totalmente proscritos del tacto, del espacio doméstico y del espacio comunitario.
La saliva es uno de esos fluidos cuya trascendencia se obvia en el trato cotidiano. Nos permite comer, facilita el habla y expresa también repudio sin la necesidad de verbalizar absolutamente nada. Justo ahí, cuando el lenguaje no basta, el discurso se interrumpe para expresar la condena desde adentro: ese fluido deja de facilitar la comunicación y cae al suelo con todo su peso. Escupir es un gesto que incita al enfrentamiento, subraya la corta distancia entre los cuerpos, la posibilidad de un enfrentamiento.
En Preludio hay una batalla pero no es definitiva. No sabemos quiénes son los finalistas ni quién resultó vencedor. Tampoco la afrenta se resuelve a golpes, no hay evidencia de que la lucha excediera los límites establecidos. El video en loop amplifica el encuentro como una suerte de entrenamiento, un ejercicio para resistir la provocación, aunque también se ofrece cual propedéutico para la frustración. ¿Hemos dejado de hablar y ahora sólo sabemos escupirnos? ¿Es tal nuestro desencanto con la democracia que resistir la provocación directa mantiene cierta dignidad en nuestra condición de ciudadanos?
En un país atravesado por peleas territoriales que comprometen intereses criminales, intereses políticos e intereses comerciales, ¿dónde queda el espacio de combate para el individuo que no pertenece, por decisión o imposibilidad, a ninguna corporación? ¿Es que sólo resta la guerra franca con el vecino? Preludio aplaza ese momento y se revela como una estrategia de dilación, válvula reguladora de una violencia que se manifiesta pero con armonía y organización. Algo que sólo puede suceder en el terreno de la representación.
Como si se invirtieran las atribuciones del dios romano Jano, aquí no hay transiciones, no hay divisiones entre los tiempos de paz y guerra. Pasado y futuro coinciden en el presente sin posibilidad de solución. Ambos rostros carecen de palabra, reducidos a la interacción corporal como la última posibilidad de diálogo, intercambiando la materia prima del habla.
Quizá las condiciones cambien cuando alguien hable, cuando la negociación preceda al impulso de acallar la voz que disiente.
Irving Domínguez Ciudad de México, noviembre del 2013.
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